Había una vez un joven estudiante de Periodismo (Ciencias Sociales) que, ante la falta de créditos de créditos de libre configuración (CLC), se apuntó al curso de verano del CEU de Valencia Actualidad en el cuidado de la mujer (prácticamente Ciencias de la Salud). Lo que no sabía ese joven aprendiz de informador es que las conferencias menos satisfactorias serían las más relacionadas con la comunicación.
Apasionante tal vez sea decir mucho, pero sí muy interesante. Discriminación de género en la sanidad, cáncer de mama, de cérvix, parir de forma más natural o sin sentir nada. Voy a dar la enhorabuena a los profesionales de la medicina que expusieron los temas, más que nada porque hablaban de asuntos complejos de forma comprensible.
Alguien conocía los microorganismos patógenos, el carcinoma de endometrio, la estereoataxia, el estudio HERA, el código europeo contra el cáncer, el epitelio columnar y escamoso (el epitelio en general), la metaplasia, los fenotipos neoplásicos, la inmunodepresión iatrogénica, la clasificación de Bethesda, la apoptósis celular, el adenocarcicoma, que la epidural no es el tipo de anestesia sino una zona (la zona epidural), la zona subaracnoidea o las catecolaminas endógenas?
Y, ¿quiénes eran William Morton, Horace Wells, Gardner Quincy Colton, Young Simpson y John Snow? O ¿para qué sirven el Kalinox, Remifentanilo y la Bupivacaína? Es desolador descubrir que el 90% de estudiantes de Enfermería son mujeres (nada nuevo) y el porcentaje de hombres que ocupan los puestos de dirección de esta especialidad supera al sexo femenino (lo dice todo en cuanto a igualdad).
La conclusión de todo esto, además de que hay que avanzar en cuanto a lo que igualdad se refiere, es que más que el tema, lo fundamental reside en quien lo explica. En este caso he comprendido cosas que nunca pensé que haría.
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