El post del verano
Divagando iba yo por mi cabeza y no se me ocurre otra cosa que volver a escribir. Veo el verano, pero de lejos. Resulta que este verano no es como el anterior. Antes no tenía blog, ni había hecho prácticas en un periódico, ni me había quedado en casa en las fiestas de mi tierra. No he ido a la playa, pero estuve en el mar varias veces. Más que en toda mi vida. Las piscinas: 3 veces.
Ahora tengo blog y me apetece contarme cosas y lanzarlas al viento (que bonito). Tiempo hace ya que el sospechoso este dejó atrás su función inicial: un blog de una asignatura de clase impartida por el menda éste.
Pero hay más novedades. Le he puesto los cuernos a Google Reader y me he pasado a Bloglines ¡Y tengo Twitter! Una herramienta a la que no le encuentro una funcionalidad lógica, pero engancha, como la mayoría de herramientas no lógicas.
La de cosas que han pasado este verano, cambiando un poco el sujeto de este post (no voy a ser siempre yo). El fuego ha devorado a las Islas Canarias. Entre otras cosas, porque un ¿guardia forestal? decidió que lo mejor que podía hacer para que lo admitiesen de nuevo en el cuerpo era soltar una chispilla de fuego en el monte. Dementes.
También está la pobre Madeleine y Fernanada María, como tantos otros, que fueron objetivo de alguien qué no sabe lo que es la vida. Porque, ¿es normal qué ocurra ese tipo de cosas? Recientemente llega un tío y le pega un tiro a su bebé. Me quedé boquiabierto. No tiene razón de ser.
Atraparon al ya archiconocido y famoso El Solitario. Un personaje como pocos. A mí me daba la sensación de ser un hombre frío y calculador. Y llega y ¡Salud españoles! Pero ahora se cree Curro Jiménez. Si por lo menos hubiese repartido algo...
La política, supuestamente más tranquila por la época estival, está movidita por aquéllo del PSN y PSOE, UPN y NaBai. Un lío de esos que se montan por el interés por el que se mueven los partidos: el propio. Por lo menos hemos descansado un poco del mensaje machacante del PP y su terrorismo crónico y de la respuesta socialista de proceso largo duro y difícil, convertido en contundencia a tenor de los hechos.
Pero lo más extraño, o de lo que más, es que no hay una canción del verano definida, definida. Es decir, la que cantamos todos sin parar o, en su defecto, se puede cambiar el verbo cantar por oir. ¿Qué raro, no? Si nos vamos a Francia es distinto. Allí, el Rap del kebab pega fuerte.
Volviendo a mí. Me gradué, que no licencié. Prefiero lo segundo. Lo primero no estuvo mal. Mucha fiesta hasta las tantas con lo amigotes de carrera, con unos más que otros. Porque me recuerdo: hay muchos nuevos amigos en la bolsa, pero los enemigos también florecen. Que compañeras te hagan la cama en una asignatura... como Televisión... (hay resquemor)
Otra cosa rarilla. Buscando fotos para el artículo me he encontrado con un colega. ¡Hola Valero (el de la izquierda. Espero no meterle en ningún lío)!
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