El deshielo de la Antártida
Como el nombre de la película de animación, el deshielo se nos hecha encima o, por lo menos, sobre los ciudadanos de la Antártida, que son casi nadie. Los icebergs del continente congelado se derriten a una velocidad de vértigo, no lo digo yo, que no sé de esto. Lo dicen los expertos, ese ente al que recurre el periodismo cuando hay que explicar algo o darle dramatismo y credibilidad.
Es muy sencillo. Al principio había una gran placa de hielo (en este caso de caldo de pescado de mi abuela). Poco a poco, a causa de un calentamiento global acelerado que irresponsablemente propiciamos los seres humanos y humanas (todos compartimos las culpas), la gran placa se resquebraja. Qué ocurre, que los barcos que pasan al lado del trozo de hielo se asombran y dan la voz de alarma, lógico por otra parte. Hasta los vikingos se acercan a ver qué ocurre y del calor que se genera aparecen camellos, lógico también.
Finalmente, el deshielo acaba con la placa helada. Se calienta el agua de todo el mundo, del mismo modo que sube el nivel del mar. Los seres humanos tenemos que vivir en medio de un gran océano y Kevin Costner se hace millonario por vaticinarlo en Waterworld. Fin. Así se explica el deshielo de la Antártida sin base científica ni idea alguna sobre el tema, que, fuera bromas, es muy serio.
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