Escribir por decir algo
Escribir, ese pequeño placer. He pasado por muchas fases de escritura. Hasta hace no mucho la fase ha sido poco complicada, en lo redaccional, claro, un –A –B –C muy claro, que llena tantas y tantas hojas de los diarios todos los días. Oficina, nota de prensa, todo muy institucional, poco margen a la imaginación, sobriedad y seriedad en los textos. En otro tiempo todo era algo distinto. Rapidez, frases cortas y a locutar. Más divertido, aunque tampoco había mucho margen para las licencias lingüísticas. Más divertido. En mi primera emancipación profesional tuve de todo. Periódico. Noticias al uso, pequeños breves, edición de teletipos, interesantes reportajes, entrevistas… Ameno y libre. En medio ha habido momentos de timidez digital, como este mismo instante.
De todo he aprendido mucho. Sobre todo, los compañeros con los que he trabajado me han enseñado a no ser becario, a pesar de parecerlo en nomenclatura y remuneración. Distintas maneras de escribir, un mismo objetivo: publicitar al sujeto, ya sea persona, animal o cosa. Forma parte del sistema comunicativo, aunque poder formar parte de dicho sistema es un privilegio al que no tiene acceso todo el mundo.
A la hora de escribir hay veces en las que las palabras salen solas, como ahora, y situaciones en las que la maldita página en blanco reduce el texto al renglón parpadeante del procesador de textos. Me hubiese gustado que, hace ya años, mis padres me comprasen aquella máquina de escribir cuando aún era más jovenzuelo, pero ya llegó el ordenador.
Espero que el Periodismo me dé alguna satisfacción más duradera. No es todo por su culpa, siempre me ha faltado pragmatismo a la hora de perseguir mis pasiones. Escribir por escribir es lo que tiene, que ni yo entiendo qué me digo. Será por eso que la foto de la puerta, que no tiene nada que ver con lo hasta aquí escrito, tampoco tiene mucho sentido.