Por alguna razón, que yo no llego a comprender del todo, los seres humanos tienden a destruirse los unos a los otros. Da igual el motivo, la cuestión es acabar a palos. La realidad es bastante estremecedora. Todos los días, no falla ni uno, contemplamos estupefactos a las imágenes de Iraq, Palestina, violencia de género, violencia escolar, peleas, atentados... La destrucción del hombre. Todo esto es triste, por lo menos a mí me lo parece, me hace sentir mal. ¿Cómo es posible? ¿Qué ha hecho el otro para que le ataquemos?, como he dicho antes no llego a comprenderlo. Creo que hacer un análisis de este tipo entraña un estado de reflexión y sosiego importante. No es mi estado ahora mismo. Y ahora voy a lo que voy.
¿Qué pasa con el fútbol? ¿La gente sabe qué es eso?, de verdad, qué pasa, que no podemos ir a un estadio y no comportarnos como borricos, y que me perdonen los borricos, porque a veces, el ser humano se rebaja aún más. El derby, el partido caliente por excelencia. Más aún si es Betis-Sevilla, marca Kanouté y le cae a Juande Ramos una botella de dos litros llena de agua (he llegado a escuchar que hasta con hielo), pero para rematar la faena a algunos graciosos simpáticos les da por tirarle piedras a la ambulancia en la que se llevan al entrenador del Sevilla. Pero no es lo peor, qué pasa con los que tienen que dar ejemplo, pues llamándose de todo menos guapo y bonico. No sé, yo soy del Barça, el otro día el Liverpool nos da un repaso y yo no voy a buscar a un inglés a darle una paliza. Y, dentro de lo que cabe, este tipo de cosas no es lo más grave, es que la gente se mata. No hace mucho falleció un policía en Italia por culpa de esta lacra.
Estoy muy cabreado, ya sé que sólo es fútbol y no tendría por qué trascender tanto en una persona, pero si en algo en lo que se supone que uno va a disfrutar pasa esto, cómo estarán las cosas en los lugares donde las diferencias étnicas, religiosas, geográficas o económicas suponen una barrera similar a la Muralla china. Por favor tomémonos las cosas con más calma y humor. Y, aunque parezca muy cursi, dejemos que el amor nos domine un poco más. 
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